domingo, marzo 26, 2023
Vertiente Crítica

Elecciones Gramscianas

El mismo día de la fecha electoral más relevante de estos tiempos turbulentos el mundo aguanta la respiración. A lo largo y ancho del globo, no son pocos que observan con detenimientos y nervios las elecciones presidenciales del país más poderoso del planeta. El esperpento que ha sido este proceso electoral que se ha caracterizado más por el enfrentamiento abierto, divisivo y visceral entre dos Américas aparentemente irreconciliables que por un debate que aunque deba ser polarizado, es por encima de todo sano y saludable para el ciudadano, las instituciones y la democracia misma. El espectáculo electoral se ha definido por un escandalo tras otro, en lugar del tradicional enfrentamiento entre políticas opuestas, de la colisión de ideas, de la dialéctica democrática.

Sin embargo, ha distado y mucho de ser un mero espectáculo de discurso vacío y de personajes simples. La superficialidad delata un agotamiento de ideas y políticas ante nuevas realidades dentro del marco global que no se comprenden, sirviendo como síntoma de un conflicto de envergadura sin precedentes. El espectáculo es el ritual necesario,  que no oculta, sino que cataliza una crisis mayor. Como placas tectónicas que durante años, en silencio pero masivamente se han situado para colisionar frente a frente. Y será un choque que ocurra lo que ocurra, reestructurará completamente los mismos cimientos de como funciona nuestro mundo y como lo comprendemos.

No es ningún secreto que las democracias occidentales están sufriendo una plaga de populismos, siendo Trump no su primera, pero sí, su máxima expresión. El fenómeno como tal, nace como un cuestionamiento de como vivimos y en que dirección vamos, lo cual en la práctica, significa desafiar a quienes nos gobiernan desde cualquier instancia de poder. Clinton representa a estas élites, caracterizada por ese globalismo económico donde la gran mayoría de estados son meros lacayos. Aquí entraría la primera diferencia entre los populismos, pues combaten lo mismo pero desean resoluciones diferentes; algunos buscan en el pasado una solución que se refleja mediante muros, identidades y nacionalismo excluyente, mientras que otros, buscan alternativas a raíz de movimientos sociales arraigados en tradiciones altermundiales con un trasfondo de humanismo inclusivo y compasivo, reforzado por el rol emancipador de la tecnología. Nostalgia por alguna era dorada que pocos vivieron y demasiados fantasean frente a una congregación de idealistas que combaten el fatalismo y la catástrofe en pos de la utopía.

Y por ello el imprescindible debate racional se ha quedado de lado, desplazado por sentimientos y emociones producto de la ansiedad de un presente que escapa, de un pasado que hace largo tiempo acabó y de un futuro incierto que no llega. Esto no es sobre economía, política o derecho. Esto es sobre identidades guturales, sobre quiénes somos, qué hacemos y qué queremos a un nivel instintivo.

No solamente EEUU sufre este conflicto. Y por eso, no son unas elecciones y ya está. Todo el mundo se encuentra bajo ese estado de ansiedad incesante y constante. El mundo está cambiando y ahora se libra una guerra por decidir que placa tectónica prevalece. La Gran Recesión es un prólogo del nuevo orden mundial que no acaba de nacer, mientras que lo viejo hace tiempo que se pudrió pero no se acaba de apartar. Trump, o mas bien lo que representa, es un residuo desfigurado de lo viejo, un monstruo gramsciano que se resiste a ceder un solo centímetro ante lo nuevo y que se alimenta de lo corrupto de lo viejo. Hillary Clinton es la máxima representante del statu quo, apoyada por los mass media, el establishment y como no, Goldman & Sachs y por ello, representa lo viejo que no acaba de morir. En toda esta película, Bernie Sanders representaba a lo nuevo, y con ello a un segmento de la población que se ha criado en este mundo ansioso e inestable y que ya ha interiorizado el fin de una era como un hecho irreversible. Está por ver que rol juegan las nuevas generaciones.

Y tienen razón. Lo nuevo llegará. Pero a día de hoy, extraemos lo siguiente de estas elecciones: si Trump gana, seguirá una inestabilidad en cresecendo y una creciente polarización y tensión principalmente en EEUU e indirectamente en el resto del mundo. Si Clinton gana, se considerará una victoria del statu quo, y diferentes países, tales como Francia o Inglaterra, entenderán que el populismo puede ser derrotado y restará potencial y legitimidad a las narrativas populistas que se bañan en la nostalgia. El mundo respirará tranquilamente durante un tiempo hasta que lo nuevo finalmente se alce. Y por último, gane quien gane, la guerra entre los monstruos y lo viejo, deberá ser aprovechado por los populismos que luchan por algo nuevo. La batalla continúa.

Javier Trescolí (politólogo por la UV con estancia erasmus en Utrecht y experto en relaciones internacionales)

Autor/a

Fundador y editor de El Rincón de Pensar. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia tras estudiar un año en la universidad París 1 Panthéon-Sorbonne. Actualmente finaliza el grado de Ciencias Políticas con una estancia en la Universidad de Montréal. Es profesor del Grado en Filosofía Online de la UCV “San Vicente Mártir”.

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