Más de 800 mujeres asesinadas en el Estado español desde 2003 a algunos como al periodista Arcadi Espada no le parecen suficientes, así como para el partido que promociona: Ciudadanos. Mientras esta masacre no da indicios de que vaya a disminuir, hay partidos políticos y medios de comunicación que se permiten la condescendencia con el terrorismo machista o, cuanto menos, con el machismo simplemente. Parafraseando a Fredric Jameson, nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del patriarcado. Y esa imaginación nuestra, tan dormida a veces, está interrelacionada con el orden simbólico que rige el contexto social en el que vivimos. Partiendo de la base de que la teoría queer sigue siendo algo desconocido para la mayoría, tenemos interiorizado mediante todos los mecanismos ideológicos que operan en nuestra sociedad lo que debe ser “un hombre” y lo que debe ser “una mujer” (se puede añadir “como tiene que ser” o, para más inri, “como Dios manda”). Sea “la naturaleza” o una religión la referencia de autoridad, constructos sociales como los roles de género resultan operativos aun a falta de otra legitimación que no sea ideológica.
No son pocos los intelectuales que se dedican a justificar con teorías supuestamente científicas y verosímiles que sea el hombre el que tenga supremacía sobre la mujer en su papel social, siempre alegando la función reproductiva de la mujer. Para los hombres lo más importante es su carrera profesional o la función laboral que desempeña; para las mujeres lo principal es el cuidado de los hijos, independientemente de que ahora “nos permitan” estudiar y seamos más universitarias y con mejores expedientes. Más que una elección, el acto de parir parece una imposición, y las consecuencias laborales, el sino al que no podemos escapar. El techo de cristal para ocupar cargos directivos continúa inquebrantable para la mayoría de mujeres, tanto en cargos públicos como en la empresa privada. Por no hablar de la desigualdad de salarios, condiciones y trato. Esto puede parecer que no tiene nada que ver con la violencia de género pero, sin embargo, son las condiciones económicas más precarias de las mujeres las que provocan una mayor dependencia de las mujeres con respecto de los hombres, además de constituir esa precariedad también violencia por sí misma. Sin una emancipación económica difícilmente puedes permitirte una desvinculación con quien te sustenta, aunque no te respete.
El señor Rivera, que sin ningún pudor quiso protagonizar un acto por la igualdad pregonando que los hombres deben abanderar la lucha de las mujeres y cuyo eslogan fue “las mujeres pedimos paso”, tiene en su programa electoral una propuesta contra la violencia doméstica en la que se subraya la importancia de luchar contra la violencia tanto de hombres como de mujeres. Cambiando el concepto de violencia de género por el de violencia doméstica y apuntando como quien no quiere la cosa que hay que mejorar los mecanismos de detección de denuncias falsas de mujeres -aunque supongan un 0,01% del total-, Ciudadanos está haciendo una declaración de intenciones ideológicas. Una ideología en la que no hay lugar para el feminismo ni para el reconocimiento de que existe un problema de violencia de género, sino más bien para equiparaciones absurdas según los datos oficiales y para perversos juegos del lenguaje. Las mujeres pedimos paso, pedimos permiso, somos pasivas y subordinadas; los hombres dan permiso o dan hostias, lo que surja.
Según esa ideología que no contempla el feminismo, que la mayoría de asesinatos sean de parejas o ex parejas hombres hacia mujeres no es más que una terrible casualidad. Cuestiones entre individuos cualquiera que desgraciadamente ocurren pero que no tienen nada que ver con el funcionamiento de la sociedad en su conjunto. Como si la educación, el ámbito laboral, los medios de comunicación, la publicidad, la religión, la política y todas las fuerzas de seguridad del Estado estuviesen promoviendo la igualdad en todas sus vertientes y simplemente hubiese malvados asesinos que de repente llega el día en que matan. Como si la emancipación de la mujer no fuese más que una lucha del pasado zanjada con el sufragio universal y el hecho de que haya ministras en el gobierno.
Recientemente hemos visto como tras los atentados de París, PP, PSOE y Ciudadanos conforman un bloque a favor de colaborar con EEUU y Francia “en la lucha contra el terrorismo islámico”. Con ciertos convenios internacionales es fundamental comprometerse, pero a veces otros no importan tanto. Cumplir nuestro deber con la OTAN, siempre, seguir el protocolo de Estambul, ya veremos. Unas cosas tienen prioridad sobre otras, siempre, por cuestiones ideológicas. Lo mismo ocurre con la manera de justificar esas elecciones, pues cuando se tiene que hacer referencia a la barbarie a la que están sometidas las mujeres en los países de Oriente Medio (cuando recurren a ello hombres machistas en su cotidianidad occidental y civilizada se añade el factor humorístico) para justificar la guerra contra ellos, se está escupiendo ideología. ¡¿Qué duda puede caber de que las mujeres vivimos mejor en Europa y Norteamérica?! Ahora bien, ese hecho no justifica la inmovilización total y las medidas explícitas para invisibilizar la violencia de género que sucede aquí, todos los días.
Habrá quien crea que el feminismo es respetable y está muy bien pero en su justa medida, sin llegar al “feminazismo”. Pues bien, a esas personas solo cabe decirles que su ideología machista mata todos los días, como mataba el nazismo, pero que el feminismo no mata.